domingo, 30 de diciembre de 2012

Ensayo del Quehacer Docente


EL QUEHACER DEL DOCENTE EN EL AULA


La reflexión, como fundamento para la revaloración del quehacer docente, no sólo debe presentar cambios en cuanto a la forma en como se enseña, sino también, en preocuparse por la actualización de los  conocimientos de la disciplina que se intenta compartir y comunicar, respondiendo así, a los requerimientos de los cambios temporo-espaciales en los que la escuela se encuentre, siendo entonces; una labor en la que la autoevalución de los contenidos temáticos que se imparten y la forma como comunican, determina lo eficaz de su labor en la sociedad, permitiendo dejar atrás los esquemas tradicionales, para dar paso a nuevas alternativas donde los estudiantes no son el deposito de conocimientos que el docente debe llenar, sino por el contrario, son ahora participes de la construcción de saberes y protagonistas de su propio proceso de aprendizaje.

El aula, como espacio social para la práctica educativa, es,  entre otros, uno de los aspectos que deben ser estudiados por el docente, pues es allí donde los discursos, el pensamiento y los estilos de vida (tanto de los estudiantes como del que comparte sus conocimientos), interactactúan continuamente para intervenir en el proceso educativo y en las formas de ser de todos los que transitan aquel lugar, transformando la realidad de un simple espacio con paredes, vidrios y puertas, en una pequeña ciudad donde la sociedad vive y se construyendo y transformándose  gracias a la interacción de la comunidad.

Los enfoques o modelos pedagógicos, influyen en el docente para determinar su propio estilo de enseñanza, partiendo de ahí, se puede plantear, desarrollar y cuestionar el currículo en sus diferentes componentes, aunque el modelo constructivista, es el más favorable, puesto que es el que menos peros tiene en el ámbito educativo: es un modelo alternativo, que no responde a lógicas mecánicas de la planificación del docente, ni mucho menos a la espontaneidad y simplicidad de formas educativas sin reflexión, haciendo más bien énfasis en el proceso, que es lo que verdaderamente debe preocupar en la acción pedagógica, flexibilizando el sentir del estudiante y los conocimientos que le son difíciles de comprender, un modelo de interacción activa y productiva. Precisamente, la escogencia misma del modelo o combinación de modelos define en parte el planteamiento de la estrategia con la cual se va a presentar el docente ante sus estudiantes, es su herramienta y carta de presentación para establecer una conexión especial con la población estudiantil y la parte teórico-práctica, postulando el modelo constructivista como el más favorable para las exigencias de la actualidad,  lo cual ayuda a evitar un discurso que no pretenda ser unilateral y cerrado a posibles alternativas, dejando de lado, alguno de los marcos complementarios en el contenido temático.

Lo dicho expresa que el docente no solo desempeña una función de enseñanza, sino a la vez, él como intelectual, es un receptor que: escucha, interpreta, reflexiona y recibe los contenidos de sus estudiantes, una acción que se dirige al proceso de construcción profesional y personal. Ésta es una imagen diferente de la que se tenía en otros tiempos, la cual visualiza al docente, no de forma autoritaria: del que se sabe y al alumno como el ignorante, sino como un intelectual con una parte humana que lo complementa, una persona que fomenta la discusión y que socializa con sus estudiantes, no que solo se remite a transmitir información. Esa parte humana, consolida lazos de afecto con su quehacer, exigiéndose cada vez más para la actual reivindicación del docente como intelectual en la sociedad.

Por otro lado y para terminar, el sentido que transfiera el docente a sus contenidos temáticos, es un instrumento útil para generar motivación en el cuerpo estudiantil, reafirmándolo en el sentido en que; el sentido, la objetividad y la explicación acorde, produce unas prácticas comunicativas entre el saber y la curiosidad por saber más, por esto es importante que la práctica educativa, tenga como prioridad, la apertura de espacios dados para la acción dialógica, la innovación, al actualización y la creación de un aprendizaje crítico en el aula de clase, claro está, con el seguimiento riguroso del docente, siendo éste el medio por el cual se evalúa el progreso del estudiantado, sin pretender por supuesto, ser una figura autoritaria, pues la desconfianza, el miedo y la timidez, tan solo retrasa y limita la acción del intelectual en el aula.

Ensayo Investigación Educativa


LA IMPORTANCIA DEL PAPEL INVESTIGATIVO DEL MAESTRO COMO INTELECTUAL

Las políticas educativas son actualmente un intento más por mejorar la calidad de la educación en el país, pero ¿es eso lo que en verdad se debe implementar?, porque si nos detenemos a pensar por un instante acerca del rol del maestro en la escuela, encontraríamos que las políticas de Estado en la forma en como se enseña y se aprende, han sido en ocasiones dejadas a un lado por los docentes a motivo de encontrar en ellas, inapropiados planes de estudio que constituyen instrumentos de organización que no son viables en todo su sentido y en todo contexto (empero, no afirmó que se deslegitimen), lo anterior, causa de ser políticas diseñadas en la mayoría de las veces por personas que no conviven diariamente en el ámbito escolar, sino que más bien creen sentir las verdaderas necesidades de la educación sin estar dentro de su entorno. Es aquí cuando considerar reivindicar la posición del maestro como educador y como intelectual es tan importante en nuestro tiempo a razón de intentar determinar desde las propias experiencias y conocimientos de cada educador como aporta verdaderamente a comprender las causas de las diversas problemáticas que circundan la escuela y sus posibles soluciones, como también interpretar adecuadamente las metodologías acordes para su labor educativa con cada población estudiantil a la cual esta dedicado.

Claro ésta que no solo es algo que se presente en un grado de educación básica o secundaria, sino a su vez es un paradigma al que toca colocar mucha atención desde las mismas instituciones de educación superior en donde se soporta la calidad de los profesionales involucrados en los procesos educativos de cada niño y joven de la sociedad. Ahora bien, si desde la academia se forman los maestros y se diseñan metodologías para otorgarles herramientas útiles cuando se enfrenten a su campo de acción como personas capaces de llevar a cabo un rol en particular, es propicio que en ellos se incentive la investigación con una sólida base para su quehacer en la educación, considerándola como una muy buena oportunidad de construirse aún más como parte productiva para el contexto social al que pertenece, como también un fuerte componente de aprendizaje y análisis de la realidad y su constante transformación.

Una razón más por la cual el papel del maestro debe ser fortalecido desde su misma profesión, la academia y el Estado como tal, es que su dimensión en cuanto al rol social que desempeña es fundamental para las bases de toda estructura dentro de su sociedad, pues en sus manos esta toda una próxima generación que buscará un mejor futuro a su mismo presente, una generación con la cual él se siente comprometido en determinada manera. De aquí que el maestro visto como intelectual es una representación social que se sustenta bajo el sentido de una plausible formación académica, y sobretodo, de su capacidad para desarrollar interpretaciones lo más objetivas posibles para su campo de acción (la educación), esto por razón que se debe considerar que su trabajo en la enseñanza es una tarea complicada para lograr compartir de manera más eficaz y útil el amplió saber que cada maestro tiene (pues se supone que es él quien sabe y el alumno el que ignora, concepción que ha cambiado en el tiempo, pero aún no del todo), todo esto es producto del estudio que al igual que todo el conocimiento es tan solo causa de la razón y la investigación en toda esfera social e inclusive en el interior de la escuela, algo que no se debe dar por terminado, pues la capacidad por saciar la sed de conocer lo desconocido es aún inmensa, y es ahí donde la investigación intelectual debe sobreponerse para alcanzar un desarrollo más en la sociedad, o sea, innovaciones y/o descubrimientos sobre los mismos estudios realizados con anterioridad, cuestión que se corresponde incentivar desde la escuela por parte del maestro.

Sin las pretensiones de ser un redentor social, el maestro y su discurso deben generar mecanismos que articulen el escenario en que se desenvuelve, aunque todos sabemos que hay ciertas cosas que se ocultan a la vista de un simple observador, por ello la actitud y disposición para la investigación es una alternativa para encontrar todo lo que no es claro ante sus ojos, o como diría Nietzsche: “todo lo que es profundo ama la máscara[1] , y es precisamente eso, a lo que el maestro debe concentrar sus habilidades, desenmascarando una realidad que influye pero que no se hace evidente, facilitando y mejorando el sistema educativo como también su metodología de trabajo. Con esto igualmente se intenta, aparte de promover la investigación en el educador (punto que no se observa como característico en él ante su sociedad), buscar en la medida de lo posible una independencia del discurso y las políticas estatales, mencionado en esta manera por no saber hasta que punto el maestro puede llegar a desligarse del poder, incluyendo su posición como sujeto social con el cual se haya agregado a la escenografía social a través de normas de comportamientos, entre otras.

El intelectual que se pretende evidenciar en el maestro es un sujeto crítico, participativo, y en cierto sentido héroe, sea ya en su propia persona como con los que logra interactuar. La distancia que existe entre las teorías y la realidad, es algo que también le incumbe al maestro, esto en procura de dejar de ser un simple reproductor de conocimiento sin razonamiento de lo que enseña, claro ésta que solamente será posible en la medida que sea consciente y coherente con su papel de intelectual, pues su sola figura de maestro es ya una representación de control del saber para los demás, de ahí que se deba hacer visible su importancia y funcionalidad en lo que corresponde al ámbito social y educativo, en este ultimo se hará pretensión de humanización si tan solo él logra identificarse como eje de toda esa particular tarea de la enseñanza y el aprendizaje, una labor liberada de los lenguajes estatales que continúan representando el parlamento que cumple el maestro en su teatro, la escuela. Cuestión que se hace alcanzable si él se percibe como intelectual y como sujeto curioso de investigar las problemáticas que observa y que le circundan.

La interpretación de la cultura  a la que se acerca el maestro es una acción que se desarrolla en el interior de la relaciones semióticas y con polisemias de significados diferentes, en ese sentido la rigurosidad que se imprima en una tarea investigativa, aparte de simplificar lo complejo, ayudará a superar ó revalidar metodologías preestablecidas. Es de aquí, en la escritura imaginativa que se constituye al principio de la presentación problemática a investigar, como lo irreal se vuelve real y la gente deja de sentirse sujetos alejados de la verdad discursiva les es propia, una verosimilitud que solo se elabora desde la racionalidad y rigurosidad del esfuerzo del hombre.

Antes de concluir se dirá que la propuesta ensayística replantea las viejas representaciones de la escuela y el maestro, aquellas en donde los lenguajes estatales institucionalizan el quehacer educativo, logrando solo una resignificación desde su interior. Proponiendo acá una temática con inquietudes nada nuevas pero sin la suficiente fuerza que debe caracterizarla, pretendiendo que sea revalidada y aprobada por el gobierno y la comunidad científica, la misma a la que pertenece el maestro.   Pues pensar en investigación, innovación, educación ó aprendizaje, es buscar  sinóminos de lo que significa y hace el maestro.

Tal vez queda una o varias inquietudes luego de haber hecho una lectura de lo comentado hasta el momento, pero en este instante es pertinente hacer referencia a lo que corresponde a: ¿desde donde comienza el cambio de la forma retórica de educación y el control del gobierno en el maestro?, lo anterior  podría pensarse en varias perspectivas, sin embargo el determinismo de las instituciones tanto de educación superior, como por maestros con voluntad de transformación y habilidades para el alcance de sus objetivos será lo bastantemente fuerte para constituir una lucha social que haga hincapié y produzca efectos consecuentemente favorables para la racionalidad de las políticas gubernamentales que legislan la educación. O sea todo depende del mismo sujeto sujetado.

Por todo lo dicho hasta acá, la investigación educativa debe ser motivo de un desarrollo que efectué el maestro, y aunque suene reiterativo, toca recordar que lo que más se repite es lo que más queda; el intelectual de la escuela es el mismo que enseña, aprende y se humaniza con sus semejantes, el MAESTRO.


JHON JAIRO SAMRIENTO CARDOZO
LIC. E.B.E. CIENCIAS SOCIALES



[1] En relación al currículo oculto: Nietzsche, Friedrich, Más allá del bien y del mal s.40, citado del artículo de la Revista Investigación Educativa y Formación Docente –año1 –No. 2/3 –Julio/Diciembre de 1999, pág. 33.

Salidas de campo en Colombia (narrativas)


Un viaje para la memoria, entre la magia y la sorpresa

JHON JAIRO SARMIENTO CARDOZO

Como quien abre un libro y empieza a leer su contenido sin antes haberlo hecho. Así inicio nuestro recorrido hacia la parte norte del país, sin saber que experiencias nuevas tendríamos en esta nueva lectura de nuestro territorio nacional.

En una madrugada sin muchas nubes y con un entusiasmo casi palpable por la temprana llegada de algunos de nuestros compañeros al sitio de encuentro, o también por el abundante equipaje de cada uno de nosotros e incluso por los comentarios que parecían acelerar el momento de la partida, nuestra emoción no se podía ocultar; todo lo que teníamos en esta extensa ciudad daba la impresión que nos interesará poco, que queríamos dejarla atrás y vivir un contexto diferente en donde nuestra falso acento costeño, fuera a ser el elemento preciso para lograr vincularnos normalmente con la gente de la costa.


Poco a poco comenzamos a alejarnos de los territorios que nos eran conocidos, observando como la geografía iba cambiando a medida que el bus avanzaba, empero, la geografía no era lo único que nos representaba algo significativo, también estaba la historia, aquella en la que nos estábamos movilizando, recordando en cada espacio un episodio de lo acontecido en el país, ejemplo de ello fue nuestra llegada a Guaduas, sitio en que logramos tomarnos fotos con la casa de Policarpa Salavarrieta como fondo, o que mejor que cuando estuvimos en Arácataca. Bueno, esa es historia de otro día, pero aún así, poder ver los municipios que hicieron parte de la ruta que se trazo para llegar al mar, fue una serie de momentos e imágenes que nos iluminaron los ojos y nos hicieron sentir más colombianos.

Retornando el primer día, puedo decir que el largo trayecto no nos fue muy perceptible sino hasta llegada la tarde a razón del cambió que tuvo el camino de un momento a otro, dejando atrás las curvas de la vía para tener frente a nosotros una infinita recta como carretera, viendo un paisaje repetitivo que producía en algunos de nosotros algo de sueño. Eso sí la vegetación era distinta a la que tenemos en la Ciudad o en su Sabana, el ganado, la comida, el clima y hasta la gente también lo eran, esta ultima, la gente, a causa de las formas en como la veíamos y comparábamos, ya que el vestir, el hablar y el ver la ciudad o el sitio en que vivían nos decían mucho en cuanto a sus expresiones y actividades diarias, incluso en algunos sitios en donde las personas nos observaban de manera extraña, sin saber si fue a causa que no disimulábamos que éramos del interior o a causa de que la zona era territorio paramilitar y podríamos ser mal vistos por múltiples razones. En todo caso el día se hizo noche y la percepción que se tenía antes de la partida se afirmaba o negaba en cada uno, así lo pudimos sentir y socializar, tanto en el bus como cuando llegamos al hotel en Aguachica (Cesar).

Para acomodarnos fue cosa sencilla, cada quien sabía cual era su grupo de amigos, entendiendo que este tipo de actividades se disfrutan mejor cuando se esta con gente con la que se comparte buenos momentos. Posterior a ello, un grupo de amigos y yo nos fuimos a conocer el pueblo y a pasar un buen rato, pues el tiempo era limitado y tocaba saber aprovecharlo, ya que la apretada agenda nos lo exigía. Fue entonces donde notamos que la gente en el norte del país no baila el vallenato como nosotros pensábamos, diagnostico que realizamos luego de ver ó más bien de que nos vieran como bichos raros cuando salíamos a bailarlo, y aunque el vallenato sea para muchos bogotanos motivo de baile y parranda, el contexto en que nos hallábamos era diferente, pues en la tierra donde se oye con gran frecuencia este género musical, la cosa es algo distinta, pues allá se canta y se siente con intensa emotividad, bailándolo más bien poco.  Sin embargo no fue que nos preocupáramos por eso, pues al fin y al cabo no estábamos haciendo nada malo, así fue pasando la noche cuando poco a poco comenzaron a llegar la mayoría de compañeros al sitio en que nos encontrábamos, haciendo de esa noche un instante más para recordar.

Al día siguiente o más bien ese mismo día en la madrugada luego de entrar al hotel con una inmensa alegría y de dormir unas horas, volvimos a retomar nuestra ruta, ya cansados por el duro viaje y por nuestra ameno momento de interacción en la noche, seguimos trabajando en nuestra observación junto con las guías que contábamos desde un principio, reconociendo que ese recorrido era parte del trabajo conjunto de tres proyectos de investigación, y que a pesar de ello sabíamos que era una experiencia que íbamos a aprovechar y disfrutar. Continuando con el relato, fueron pasando las horas en el bus y nuestra emoción no disminuía, acercándonos en cada minuto a un nuevo destino y a un instante más para recordar. Ya, ahora sí en Aracátaca, en la tierra de Gabo y sus mariposas amarillas, tuvimos la oportunidad de ver el tren y revivir a Macondo en uno de sus capítulos, pareciendo que la llegada de ese enorme aparato se repitiera y fuéramos nosotros quienes le dábamos la bienvenida en la estación, período en el que comenzamos a narrar nuestras sensaciones y conocimiento como trabajo previó desde Bogotá acerca del imaginario del costeño y el cachaco, tarea que antecedía la socialización del relato de la ruta macondiana, y que a la vez fue interrumpida por una aracatera que colocaba considerable atención a nuestra labor, comentando posteriormente a todos los asistentes cual era su imaginario como costeña, agregando el cómo Aracátaca-Macondo de cada uno de sus habitantes vive y se mantiene, como también de que forma reviven en su día a día a su personaje más ilustre. Los curiosos no fueron tan solo los que se acercaron a la estación, sino más bien todas las personas que nos encontrábamos, con quienes nos tomábamos fotos y a quienes les terminábamos comprando algo. Al final de nuestro apresurado pasó por aquel simpático pueblo, nos pusimos en marcha nuevamente en el bus, llegando casi que en  un corto tiempo a Ciénaga y luego a Santa Marta, ciudad en donde nos esperaba una gran emoción al tener el primer acercamiento con el mar, claro, no todo fue tan rápido, pues con el día que teníamos hasta ahí nos correspondía adelantar algo del trabajo  de la guía del día, para lo cual nos apresuramos en elaborarlo y acomodándonos en el nuevo hotel, sitio en el que nos quedaríamos dos noches, pero bueno, después de todo logramos que nos quedará un corto tiempo para ir al mar, fue para nosotros una sorpresa cuando llegamos y observamos un color grisáceo en el agua, cosa que nos gusto del todo, sin embargo: mar es mar, no nos importo mucho y prestos a meternos dejamos las cosas en la playa, y de unas pocas zancadas estábamos ahí, nadando, intentando nadar y tragando algo de agua salada. Apresurados por el tiempo nos tomamos fotos en el mar e hicimos lo que se suele hacer en la playa con los amigos o familiares, enterrarnos en la arena y tomar el recuerdo fotográfico que se comentará en casa. Terminamos nuestra cita con esa inmensa piscina y nos dispusimos a ir al hotel, bañarnos e ir al recorrido nocturno por el centro histórico, camino que nos agrado de sobremanera y que nos dejó aún más emocionados, pues no todos los días estamos frente a los restos del un fundador del siglo XVI o frente al malecón de Santa Marta con su exuberante  color, sonido y luces de los barcos que arriban en el puerto de la ciudad. Ya, nuevamente sintiendo algo de cansancio y horas de sueño atrasado terminamos, por hacer las compras para el día siguiente y prepararnos para las nuevas sorpresas que nos traería ese nuevo amanecer.

El paraíso de país que comenzamos a observar hace dos días, nos seguía llenando de ricas experiencias, y otra de tantas era la que nos esperaba aquel día. Madrugando como era usual, nos montamos en el bus para ir camino hacia el Parque Nacional Tairona, donde nos aguardaba una larga caminata que realmente no sentimos sino hasta la hora de ver el reloj y el tiempo que llevábamos, cosa que pasó a un segundo plano luego de ver las ardillas, el mico titi  y finalmente un gigantesco mar, un paraíso que se consideraba como cortado de un folleto de viaje turístico con aguas de un color azul aguamarina, un oleaje que nos empujaba hacia la playa y una brisa con un sonido lleno de vida que ayudaba al sol para que nos iluminará ese hermoso paisaje. Las playas del Tairona fueron el espacio preciso para el contraste de la arena y el mar, como a su vez con la imagen que tuvimos el día anterior en la ciudad de Santa Marta, pero no solo fue con la urbe, sino también fue el cambió que notamos en cada uno de los elementos de aquellas playas que hacen parte de ese Parque Nacional, cogiéndonos por sorpresa cada nueva imagen, incluyendo, la gran cantidad de extranjeros que observamos en playas colombianas, haciéndonos sentir más cautivos y orgullosos de nuestro país. Así termino nuestra visita; con una amena caminata de regreso y acompañada de una suave y fresca lluvia, aparte de ver gente cordial y no tan cordial, pues la oportunidad de sacarle la plata a los visitantes es algo que se pelea en ocasiones. Terminando aquel espectacular día hicimos con un grupo de amigos un último recorrido en las calles de Santa Marta, charlando con un samario que trabajaba en una estación de gasolina, el cual nos comentaba la poca vida que tiene la ciudad cuando no es temporada, a la vez que nos compartía los apodos, algo curiosos que les tienen a los barranquilleros, se dio fin al segundo día de esta salida de campo.


En nuestro cuarto día dejamos el hotel y la ciudad de Santa Marta, ahora rumbo a Rioacha, las maletas estaban nuevamente listas,  igual como estábamos la mayoría para tomar unos minutos o par de horas para dormir en el bus. El desayuno, el almuerzo y la comida eran algo significativo que nos recordaba que estábamos fuera de casa, pero al final, era algo por lo cual estar alegre, pues vivíamos nuevas experiencias en comidas y sabores. Ya sobre las horas de la mañana llegamos a otra ciudad, en donde el hotel fue nuestra primera parada, un lugar que es usual encontrar en la costa cerca a la playa, donde algunos se escaparon para tomar fotos, mientras otros estábamos cambiándonos para la próxima cita, pero sin embargo todos llegamos a la hora acordada para abordar el bus e ir a la impresionante obra de ingeniería que es el Cerrejón,  sitio en que nos atendieron con gran rapidez y donde se nos informó las reglas que debíamos cumplir durante la visita. Es preciso decir que las normas de seguridad fueron bastante fuertes y recalcadas, pero que en todo caso no eran problema para nosotros, sin embargo, fue asignada una persona que nos recordaba constantemente el reglamento. Así iniciamos nuestra visita a bordo de un bus de la empresa; el calor se hacia presente de una manera que no habíamos sentido en días anteriores, luego, a medida  que íbamos avanzando nos refrescaba una leve brisa. Al terminar el tiempo y al subirnos a nuestro bus, tuvimos una mejor charla acerca de las sensaciones  que tuvimos, expresando algo de rabia por el gran daño a la tierra y a la misma fauna que habitó allí algún día.

Próxima parada: Paraguachón, sitio que queríamos imaginarnos de forma diferente a la manera que la descrita su gente: La Tierra de Nadie”, pues la gente que pasa como la que vive allí, no se interesa por como se ve aquel territorio, eso sí sin nombrar la falta de presencia de ambos gobiernos (venezolano y colombiano), espacio al que algunos comparamos con Maicao debido a las calles tan sucias y la falta de cuidado de la gente consigo misma. Así, con una imagen triste y desolada por el cariño que se le quisiera dar a cada centímetro del territorio nacional dejamos atrás estos dos lugares que mueven cantidades impresionantes de comercio pero que no guardan un recuerdo agradable en las mentes de quienes desearían ver un paraíso. Maicao fue visto por nuestros ojos de manera muy apresurada, podría ser ligero decir que es igual a Paraguachón, sin embargo hay una conexión innegable entre ellos.Terminamos de esta manera nuestro cuarto día, eso sí sin dejar de lado el trabajo previó de levantamiento de tierra e imaginarios para nuestros enfoques particulares de consulta, realizado durante nuestro regreso a Rioacha.

El inició del quinto día comenzó igual a los demás, muy temprano, pero en esta ocasión contando con el imprevisto de seis compañeros que se quedaron por no llegar a la hora indicada, teniendo que alcanzarnos en el punto donde paramos para desayunar: “Cuatro Vías”, un sitio peculiar que parece señalar los puntos cardinales. Una vez listos nos dirigimos hacia Puerto Bolívar, en donde camino a él observamos la población de Uribia y la gente de característica Wuayu. Ya en las puertas de acceso al Puerto ocurrió lo inesperado: la salida del tren y su estruendoso pito anunciaba la muerte de una joven cabra, momento que quedó grabado en más de una de las cámara de mis compañeros, pasado el episodio y después de una larga espera entramos al Puerto, pero en esta ocasión no fue tan sorprendente la infraestructura, pues no es lo mismo verla en un bus que bajarse por unos minutos y observar con más detenimiento, aunque igual era una obra esplendida. Salimos de ahí sin mucha emoción, sin saber que nos iba a durar muy poco, por tanto que el siguiente punto al que nos dirigíamos era algo exuberante, El Cabo de la Vela, el desierto, la poca vegetación y los Wuayu que se observaron en nuestro trayecto a este sitio, nos daban una impresión que se complementó con nuestra llegada. Tanto los estudiantes como los profesores a cargo estábamos maravillados, el agua del mar era nuevamente el principal actor, el contacto con los habitantes del Cabo fue una experiencia diferente a la que tuvimos con los Wuayu que encontramos en Rioacha, todo fue un hermoso conjunto, unido claramente a las emociones de cada uno de nosotros y los agradables momentos que pasamos allí, esperando volver prontamente y seguir conociendo de aquel extenso lugar.

Volvimos del Cabo de la Vela a Rioacha, algo cansados pero alegres, alegría que se reflejo en casi tres horas de canciones interpretadas por nosotros mismos durante el regreso, aun con ese regocijo y decididos a continuarla, nos fuimos a los cuartos del hotel, y una vez bañados y cambiados, realizamos el trabajo correspondiente a ese día, una vez terminado, cada quien estaba acabando de comprar los recuerdos que entregarían a sus familiares y amigos con respecto a aquellas tierras (mochilas, manillas, cinturones, etc.), pero como es costumbre no nos podíamos ir sin antes haber ido de fiesta, estábamos en la costa y tocaba aprovechar, terminando el festejo entre dos y tres de la madrugada, entendiendo que nos tocaba levantarnos y entregar los cuartos un par de horas después.

Ya se acercaba el final de nuestra salida, nuestro viaje, nuestra nueva experiencia de seis días. Nos subimos al bus y como si fuera el primer día seguíamos tomando fotos, dejando atrás el mar para ir ahora a la tierra del acordeón y las maracas, “Valledupar”, del entusiasmo con que abordamos el bus y sin saber en que momento, todo el bus permaneció en silencio, producto de un pesado trabajo y un largo viaje que originó sueño en cada uno de los asistentes. Por fin en la ciudad y sin percatarnos de la llegada, bajamos a desayunar, degustando un nuevo plato para algunos, algo que supimos aprovechar con gran gusto: el bollo de  yuca, repitiendo en más de una ocasión, alimento que reanimó y nos hizo ir en busca de algo que no había encontrado en Rioacha, una mochila arahuaca que luego de una interesante búsqueda logramos hallar en un local de artesanías, eso sí costo un ojo de la cara, pero valió la pena, mi felicidad era absoluta, una viaje maravilloso, sin percances ni contratiempos, y con una ultima ciudad que fue en general de agrado para todos, un Valledupar que me hizo querer escuchar vallenato a pesar que no es de mi total gusto, un Valledupar con un ambiente que incita a la fiesta, un Valledupar en el que supe porque su gente vive emparrandada.

Dejando atrás todo ese paisaje, y tomando nuevamente la casi infinita carretera que carece de curvas y que se muestra demasiado monótona y aburridora en instantes, nos preparábamos esta vez para llegar a nuestra ciudad, esperando aclimatarnos al frió característico de Bogotá. Aún con muchas horas por delante antes del final, llegamos a Pailitas para almorzar, sin hacer muchas observaciones creí que estaba por un instante en Girardot, esa bendita costumbre de creer reconocer lugares o relacionarlos con otros. Durante nuestro ultimo trabajo de la salida, se notaba el agotamiento del cuerpo y las ganas de llegar a descansar, en el almuerzo se recobro las fuerzas para los chistes y las bromas, igualmente como sucedió en la siguiente parada, en el tiempo que se nos dio para refrescarnos y en el que se notaba la energía que aun se guardaba para reír, y como elemento agregado para festejar el buen viaje, cantamos el Happy Birthday a una de nuestras compañeras, una lindo momento para tener en cuenta.

Así pasamos nuestro recorrido, llegando tal vez como con una muestra de nuestra proximidad a tierras elevadas, con una inclemente lluvia que nos hizo resguardarnos en el bus, aun si se tuviera hambre y estuviéramos en un parador, la gente no permaneció tanto tiempo por fuera, además todos queríamos dormir, cosa que se llevo a un buen termino cuando volvimos a arrancar y que se prolongo hasta nuestra llegada a la Sabana de Bogotá, en donde la gente comenzó a arreglarse y buscar que no se le quedará nada, pero como en todo viaje: no falta el que se le olvida o pierde algo. Ahora sí todos nos despedimos esperando vernos nuevamente, con nuevas amistades  e historias que contar, fue así como cada uno se encamino hacia su casa para comenzar a entregar los recuerdos, y narrar lo vivido.